domingo


Te estoy mirando por una rendija muy pequeñita, que ni siquiera yo sé dónde se encuentra. Pero te veo tumbada en la cama, haciéndote el amor mientras cada poro de tu piel se eriza -y excita- contigo, y se arquea tu movimiento. Mientras tus largas manos, tus níveos brazos, resbalan, sin cuidado, por tu cintura y tu cadera.
Como entreabres tu boca imposible mientras te buscas. Como encuentran mis ojos tus gemidos cuando exploras en el fondo de ti y te derramas por cada centímetro de la cama, y por el suelo y te deslizas por las ventanas.
Veo como sin tregua teme el eco tu voz, mientras tú te hundes en una pasión que solo habla de eso. Mientras con las ganas, con mi mirada, el mundo se va haciendo cada vez más pequeño y adquiere el insólito diámetro del amor perverso.
Y al tiempo que tú perviertes tu voz y tus entrañas, tu mirada, mi mirada, mientra perviertes las ganas, el eco, el amor, la pasión; mientras mancillas las reglas, yo, que estoy sentada, desenredo las piernas y temiéndote me quito el sombrero y me muerdo los labios. Porque ya no eres el objeto pasivo de mi deseo, sino una rendija muy pequeñita que ni siquiera sé dónde se encuentra, pero que veo, y que me gusta, que tiene mi propio cuerpo, que son mis propios brazos.
Gozas de mi mismo nombre, y por lo tanto has dejado de ser un reflejo de la habitación vacía, donde ni siquiera los mueblen amortiguan el ruido.

1 comentario:

Irene, dijo...

Me encanta, simplemente.