domingo

Yo te pinto el desierto que tienes por espalda con la boca. Y a cada uno de tus lunares les pongo nombre en soledad. Y escribo con pluma, joder, porque me riegan frialdad las letras del ordenador y me desespera el ruido de mis dedos impactando con las teclas de un teclado que me obliga a escribir porque hay veces que posarlas encima suena algo bonito.
Yo retrato las metáforas de tu cuerpo en mi mirada y te recorro muy muy lento para no ver tu final, y seguir muriendo en la línea curva de tu culo. Y le pongo nombre a lo que ya tiene nombre, joder, porque siempre me ha parecido una gilipollez eso de decir las cosas finas sin sentimiento. Porque un culo es un culo, curvo, a veces duro, y moreno. Perfecto. Tu culo es perfecto y yo un pésimo poeta.
Yo te dibujo la boca entreabierta con mis ganas, con las tuyas. Y quiero acercarme y mezclar las aguas que cruzan en cascada nuestras lenguas. Las mareas de mis pensamientos enredarlas en tu espuma de mar de pubis. Y me detengo. Maldita sea, te has puesto mi camisa blanca. Y entreveo sin ver que debajo estás desnuda. Por favor, Musa, me turbas.

Yo y mis pensamientos impuros te amamos como solo aman los poetas que no pueden trillar más el tema del amor, mientras tú y tus brazos y tus bastardas maneras de ser tú, me axfisiais entre cuerpos (nuestro cuerpo).

1 comentario:

Gabriel Montesinos dijo...

Unos le dan importancia al qué, otros al cómo, y dicen (no se quién, pero hay quien lo dice) que en el medio está la virtud. Pero nosotros no somos unos virtuosos, ¿no es así?