Yo te pinto el desierto que tienes por
espalda con la boca. Y a cada uno de tus lunares les pongo nombre en
soledad. Y escribo con pluma, joder, porque me riegan frialdad las
letras del ordenador y me desespera el ruido de mis dedos impactando
con las teclas de un teclado que me obliga a escribir porque hay
veces que posarlas encima suena algo bonito.
Yo retrato las metáforas de tu cuerpo
en mi mirada y te recorro muy muy lento para no ver tu final, y
seguir muriendo en la línea curva de tu culo. Y le pongo nombre a lo
que ya tiene nombre, joder, porque siempre me ha parecido una
gilipollez eso de decir las cosas finas sin sentimiento. Porque un
culo es un culo, curvo, a veces duro, y moreno. Perfecto. Tu culo es
perfecto y yo un pésimo poeta.
Yo te dibujo la boca entreabierta con
mis ganas, con las tuyas. Y quiero acercarme y mezclar las aguas que
cruzan en cascada nuestras lenguas. Las mareas de mis pensamientos
enredarlas en tu espuma de mar de pubis. Y me detengo. Maldita sea,
te has puesto mi camisa blanca. Y entreveo sin ver que debajo estás
desnuda. Por favor, Musa, me turbas.
Yo y mis pensamientos impuros te amamos
como solo aman los poetas que no pueden trillar más el tema del
amor, mientras tú y tus brazos y tus bastardas maneras de ser tú,
me axfisiais entre cuerpos (nuestro cuerpo).
1 comentario:
Unos le dan importancia al qué, otros al cómo, y dicen (no se quién, pero hay quien lo dice) que en el medio está la virtud. Pero nosotros no somos unos virtuosos, ¿no es así?
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