jueves

- Hey, ¿adónde vas?
Saliamos de las Tres Damas.
- No es de tu incumbencia.
. Nunca te quedas...
Miré a Uri. Le llamaban el Rubio porque tenía el pelo tan blanco como la luz. Su cabello semi largo perpetuamente recogido en una coleta enana en la nuca era del color de la ausencia de colores y su piel morena, y sus manos fuertes y todo su cuerpo que no parecía estar hecho para su cuerpo, pues tenía unos músculo demasiado grandes para aquel cuerpo menudo y un pelo demasiado blanco para su piel tostada. Y tenía la nariz rota y hacia un lado, pero era atractivo. Uri siempre sonreía. Decían que reflejaba lo mejor de otras personas en sus dientes blancos y sus labios curvos.
- ¿Y eso te supone un problema?- el Rubio me miró fijamente. Yo suspiré y sin quitarme la capucha de la capa, me volví hacia él- ¿Qué quieres, Uri?- era mi voz cansina- Solo hemos hecho un par de tratos.
- Bueno sí... Pero te veo todos los días. Ya somos.. como camaradas de taberna ¿no?- bromeó
Puse los ojos en blanco y giré mi cuerpo. Cuando comencé a alejarme, Uri me siguió.
- Hay un cargamento en Zona Oeste. En el Puerto de Hoberkhan.
- No me interesa
- Dicen que ha llegado en barcos de madera con alas blancas- insistió.
- ¿Cómo? ¿Alas blancas?
Nos paramos en seco. Él sabía que aquella era una información que me interesaba, pero fingió no darse cuenta, lo que contrajo más mi paciencia. Caminamos en dirección opuesta unos veinte pasos y nos refugiamos bajo unos soportales para que nadie nos oyera. 
Uri el Rubio era un contrabandista de primera. Su problema era que no podía estar en un sitio más de un mes, lo que complicaba flujo de sus mercancías y aunque tenía clientes fieles, estos se veían a cambiar de proveedor durante meses y por lo tanto a comprar a más baja calidad. Ya había tenía ciertos problemas con eso. 
- Dicen que eran enormes y de una madera que relucía al sol. Dicen que eran como los barcos de los Antiguos que surcaban el Cielo. 
Me relajé. Mis músculos se relajaron uno por uno mientras me sobrevenía una ira incontrolada. Era otra maldita falsa alarma. Pero claro, qué iba a saber él. Así que me alejé un pasó y lo miré fijamente, atravesándole, aunque él no podía darse cuenta ya que no me veía la cara. Maldije el efecto. 
- No me interesa.- contesté fría. Me giré y me fui, pero Uri me siguió- No me interesa, Uri.
- ¿Cómo? Buscabas algo grande. ¿¡Qué hay más grande que eso!?
- No me interesa. No es lo que buscaba.- repetí.
Al ver que no podría convencerme, Uri sacó su querido as de la manga:
- Te contrato. Necesito a alguien para asaltar el barco.
- No acepto.
- ¡Pero te estoy contratando! Y necesitas el dinero.
Apreté los puños. Sabía que mi situación económica era de su domino. Tampoco me importara que la gente lo supiera, pero odiaba cuando lo utilizaban en mi contra. Además, todavía no había jugado todas sus cartas.
- He dicho que no me interesa.
- Pensaba que querías comprar un barco...
Ahí estaba. Me paré en seco. Tenía ciertos conocimientos sobre los diversos espías e informadores de Uri el Rubio, pero con lo referente a mi persona, era un misterio la fuente de información. Aunque sabía que el día que encontrara al bastardo, lo mataría. 
Saber de mí es bastante difícil. Vivía en una sucia taberna de Zona Norte, iba siempre con una capa y mis negocios en Iere, bueno, mis negocios eran solo mios. No venía ni por familia, ni amistades, ni el hex. 
- Sabes perfectamente que podría hacer que suplicaras tu  muerte- me giré enfadada, apretando los puños, lo que provocó que el cuero negro de los guantes crujiera. Pero me calmé. Era un buen negocio. O mejor dicho, un negocio.- Cuánto.
- 40%.
- El 60%
Uri me miró incrédulo y soltó una carcajada.
- El 50%. Y puedes ser la primera que inspeccione el barco.
- El 60%. No quiero la mercancía. 
- ¡No puedo darte el 60, joder! ¿¡Estás loca!?
- Entonces no hay trato. 
Comencé a alejarme. Aquel juego ya era un tópico. Tú te alejas del trato, rehusando a aceptar una parte tan baja. Dos minutos después el otro, que es consciente de que te necesita, te llama y se acerca a ti. Finalmente cede.
- ¡Joder! Espera. Está bien. Espero que valga la pena- se pasó una mano por el pelo, lo que hizo que algunos mechones se le escaparan de la coleta y se le formara un bulto en la cabeza que le daba cierto aire infantil- Bueno, ya somos como socios ¿no?- sonrió y me tendió la mano para sellar el trato. Pero yo no le devolví el gesto, si no que me quedé mirándola y al ver que no la estrechaba, la retiró, un poco sin saber donde meterla.
- No somos socios.
- No, si ya veo...
Me alejé y antes de que la gente de la calle principal me engullera, Uri el Rubio gritó: 
- Oye, ¿cómo te llamas?
- Me llamo Alice. 

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1 comentario:

Dear Prudence dijo...

Escribis muy lindo, me gustó leerte. Un saludo!