domingo


Llegué al Instituto Psiquiátrico de Salud Mental José Germain un domingo por la mañana. El cielo estaba gris. No llovía.
En mi expediente está escrito paranoia, trastorno de personalidad y alucinaciones, pero la verdad es que estoy más cuerda que muchos.
A veces, cuando temo de todo y de todos, me pregunto si fue Cristina quién me condujo hasta aquí a lo largo de mi vida, si estos momentos que cuento ahora, los más importantes, han tenido algo que ver con todo aquello que me pasaría mucho después y que no supe evitar; como este maldito silencio, que se me mete en los oídos y me arranca pensamientos junto al coro de locos que cantan, que gritan y que huyen de sus mounstruos invisibles.

Hay más tiempo del que nadie necesita. Fue exactamente eso lo que pensé cuando llegué aquí y los vi tan consumidos que me dio miedo, tan débiles y frágiles que los comparé con cristal fino mientras los veía pasar. Y en el fondo algo me decía que la locura es ese arma de doble filo que te tenta y te corrompe a partes iguales para hacerte explotar finalmente, hecha añicos, desmembrada y confundida, como te deja el amor.
Yo me atreví a afirmar que el amor no era ciego cuando no era más que una cría con las cosas poco claras, tan pequeña, tan injusta, y en fin, tan tonta, que reprocharme el delito que suponían mis palabras hubiera sido un crimen atroz que por entonces solo Cristina se atrevió a cometer y que pocos entendieron, incluida yo, pero que tiempo después llegué a agradecerle casi como si me hubiera salvado la vida, que quizás fuese así, porque aprendí la lección diez minutos antes de que Andrés me dejara con la palabra en la boca y el corazón arañado, muerta de pena, como te dejan al fin y al cabo todos esos amores que rozan la línea inconfundible del primero, que te quedan inconsciente un tiempo, anestesiada, al igual que la ausencia y al igual que Cristina, que se iba y volvía pocas veces, y cuando lo hacía soltaba que la despedida fue tan dura, tan trágica, Viola, tia, lo que te he echado de menos. Nunca he llegado a adivinar como aparecía en el momento adecuado, mi mejor amiga, que con cada novio se marchaba pero tenía las cosas muy claras, fíjate. 


(se llama Viola. ha tenido tenido una vida extraña. descúbrela.)

6 comentarios:

Sash dijo...

"hecha añicos, desmembrada y confundida, como te deja el amor". si no has dicho más que la cruda verdad.
Me enamoré de este relato, enserio, sigue así :)
¡Un abrazo!

Miss Frenesí dijo...

Qué buena pinta tiene esta historia, me quedaré por aquí para conocer un poco más esa locura de Viola.
Un beso enorme :)

Lào. dijo...

Está interesante, sin duda.

(besos
desde algún
lugar lejano
a París)

Anónimo dijo...

Me voy directa a leer más, me ha engatusado.

Stark dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luciérnaga dijo...

Vuelve de una vez.