Sirina tenía miedo, un miedo atroz e indescriptible que la paralizaba de Norte a Sur dejando hasta a su propia respiración casi completamente inmóvil. Tenía tanto miedo que los ojos se le abrían de par en par, mostrando un aspecto más felino del que ya tenía.
Sirina se quedaba completamente muda de miedo hasta que Valeria aparecía, y muy digna ella, retomaba con esmero el elegante oficio de lamerse los bigotes.
Sirina se quedaba completamente muda de miedo hasta que Valeria aparecía, y muy digna ella, retomaba con esmero el elegante oficio de lamerse los bigotes.
Mi gata Sirina de Valeria y las horas del reloj
4 comentarios:
siempre habra alguien que te devuelva la respiracion..
Muy tierno!
Todos hemos sido Sirina alguna vez, creo.
Yo también he sentido ese miedo.
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