miércoles

Sirina tenía miedo, un miedo atroz e indescriptible que la paralizaba de Norte a Sur dejando hasta a su propia respiración casi completamente inmóvil. Tenía tanto miedo que los ojos se le abrían de par en par, mostrando un aspecto más felino del que ya tenía.
Sirina se quedaba completamente muda de miedo hasta que Valeria aparecía, y muy digna ella, retomaba con esmero el elegante oficio de lamerse los bigotes.


Mi gata Sirina de Valeria y las horas del reloj

4 comentarios:

.A dijo...

siempre habra alguien que te devuelva la respiracion..

Nada más importa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Nada más importa dijo...

Muy tierno!

Killian Lovecraft dijo...

Todos hemos sido Sirina alguna vez, creo.

Yo también he sentido ese miedo.