domingo

Nunca me gustó estar mucho tiempo en el agua. Tu cuerpo se vuelve patoso, ya no eres tan veloz, ni siquiera tan ágil. Pero lo bueno que tiene el agua es que, debajo, casi ningún sonido era perceptible. Que el mundo puede estallar a tu alrededor y tú no te das cuenta. Debajo del agua las cosas se ven difuminadas, no hay tiempo, ni problemas, ni gritos, ni opresión. La única pregunta que tienes en la cabeza una vez dentro es cuánto oxigeno han robado tus pulmones esta vez y si, bueno, será suficiente para quedarte un segundo más dentro, solo un segundo más para estar sorda, ciega, muda. Y entonces el nudo en tu garganta es cada vez más grande, y el fuego de tus pulmones sin aire, a punto están de morir contigo y tu cabeza sale hacia afuera porque tu cerebro se lo ha ordenado antes que tu corazón.

Salí de allí y di una gran bocanada. Respirando entrecortadamente, me senté en el bordillo de la piscina, todavía con los pies dentro, mirando el agua.

1 comentario:

carmeloti dijo...

Muy explícito!!!