sábado

Marie es una gran exploradora

Estaba acurrucada en la esquina de dos paredes frías. A veces, tan sutiles que no se veían, algunos escalofríos subían como hormiguitas por su espalda y la hacían temblar. Pero ella, con las piernas cruzadas y sentada en el suelo, seguía buscando entre recuerdos. Porque era una exploradora y quería encontrar... algo. Así que se imaginó que todas aquellas fotos, cartas y objetos raros que habían en el baúl de su abuela componían un mar de recuerdos que tenía que explorar. Con las fotos, hizo montañas que escalaba intrépidamente. Con aquellos objetos, como las muñecas y sus vestidos, hizo un laberínto donde los botones te plantaban cara. Pero las cartas las guardó en un lugar calentito para que las letras no temblaran. Las quería leer más tarde.
Asi que, cuando ya hubo escalado lugares y encuentros, sonrisas y lágrimas, subió al más alto de los recuerdos y allí se quedó, acurrucada en una esquina para poder leer las cartas secretas de su abuela.
Se lo pensó dos veces, porque nunca le dejaban tocar ese baúl tan grande y menos las cosas que este guardaba. ¡ Incluso ella cabía en él! Pero no importaba ahora, porque ella era una intrépida exploradora y en los comícs de Fran los exploradores siempre salían de la cárcel. 
Abrió el sobre amarillento y sonrió cuando sacó la primera carta y soplando, se extendió una nube de polvo que hizo difuso algún que otro rostro de las fotografías en blanco y negro. La sonrisa de una mujer muy guapa quedó borrosa bajo la capa de negruzca. La miró a los ojos y estos parecieron mirarla a ella. Sonrió y se imaginó que era su abuela de joven. Si no lo era, seguro que su abuela había sido tan guapa con aquella mujer.
Comenzó con la primera carta, leyendo lentamente cada letra que componía una palabra. En el colegio era la más rápida de su clase, pero Hugo siempre se reía de ella porque decía que era lenta y torpe. Que niño más tonto.
A su mente vino la pelea entre Fran y Hugo, cuando este le puso la zancadilla y Fran salió a defenderla.
Asi que mientras leía entre susurros, siguiendo la historia con un dedo, sonrió.
Casi había terminado cuando la voz de su madre la sacó de una gran casa veraniega y una piel tostada al sol.
- ¡A comer, Marie!
- Voy, mamá- gritó.
Marie guardó los recuerdos rápidamente en el baúl y les dio un beso, prometiendoles que volvería a verlos de vez en cuando.

No hay comentarios: