-
¿Dejas que se vaya?-
preguntó al rato Uri.
-
Sí.
-
¿En serio?
-
¿Qué tienes que decirme
tú, Uri? Precisamente tú. Mírate. Eres el más perdido aquí, así que no me
vengas con grandes lecciones porque no sabes nada de mí, ¿entiendes? Nada. Y
aunque lo supieras… oh, aunque lo supieras estarías muy equivocado. ¿Y sabes
por qué? Porque no has pasado por lo que yo he pasado, no has visto las cosas
que yo he visto, no has sentido lo que yo sentí. Y no tienes ningún derecho a
venir a decirme…bueno, lo que tuvieras que decirme.
Uri la miró.
Observó sus puños cerrados y su cuerpo en tensión ligeramente echado hacia
delante, a la defensiva, quizás preparado para huir. Vio la profunda rabia que
emanaba de todo su cuerpo y no pudo sentirse dolido por aquellas palabras tan
crueles, sino que se sintió ajeno y vacío, un satélite en medio de dos planetas
en conflicto, girando sin propia voluntad.
-
Déjame que te diga una
cosa, Alice- pero se armó del valor que hacía mucho que no sentía, se sacó las
manos de los bolsillos y se acercó a Alice. Más, más, más. Hasta que la chica
gato echó el cuerpo para atrás y lo miró y no supo reconocerlo. Porque él ya no
era el mismo.- Eres tan estúpida…
Uri no echó la mirada hacia atrás antes de
marcharse, pero Alice sintió como si mil cuchillos ardientes hubieran
atravesado su vacío corazón cuando él se fue sin terminar, porque simplemente
no había valido la pena decirle nada. Se dejó caer, agarró la hierba con las
manos y la arrancó mientras lloraba de rabia y de pena.
(fragmento)
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