Atornillarte a mí,
y lamerte las heridas que surcan tus maneras de esperarme.
Hacer chocar tus huesos.
Tus caderas.
Tus rodillas.
La curva de tu culo helicoidal que me pierde y marea y joder como me gusta.
Beber de tu alma,
pero también de tu fuego,
y de tus límites,
y del frío que guardan tus lunares.
(Recorrer,
con la lengua,
tus manías)
Inúndame,
pues ya he quedado relegado a tu bolsillo.
Y pronuncia mi nombre
y desliza,
por tu boca,
mis botones.
Y desviste las cascadas que resuenan por mi cuerpo
y no hablan,
de otra espera...
que la tuya.
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