Me desperté a cachitos. A trozos remotos de voz congestionada y ausente, cansada de esperar al tiempo, aburrida de no tener cabida, ni medida... ni excusa.
Me sobresalté cuando mis pies tocaron el suelo y el frío, como muestra de la valentía que no tengo ni he tenido, me saluda con escalofríos que exploran por explorar mi espalda a pasos pequeños mientras conquistan la tierra que es mi nuca, y mi pecho y cada una de las extremidades de mi vida.
Me puse de pie temiendo de mi propio peso, de la gravedad, tan cabrona.
Andé -también con miedo- por baldosas resbalizas de no tener donde secarse las lágrimas que Soledad vino a dejar.
Choqué contra la puerta porque me precipité con el miedo, con la angustia, con la inseguridad de no alcanzar el pomo y quedar quita con los arrepentimiento.
Toqué el pomo rozándolo con los dedos por si se podía esfumar, tiritando de la emoción y el peligro de no saber que habrá fuera, de estar sin zapatos ante baldosas que examinan mis dedos con la boca y a mordiscos. Giré muy despacito.
Abrí la puerta.
PD: prometo publicar más a menudo, estoy liada con un par de proyectos y muchos exámenes. Como se me olvidará, feliz puente de diciembre adelantado a todos :)
4 comentarios:
Tu texto me ha recordado que puedes estar rodeada de gente y sentirte sola y es entonces cuando tienes más ganas que nunca de que alguien venga a calentarte un poquito el corazón, tus textos lo hacen.
:)
gracias por seguir escribiendo ..
¿Y no sigue? Me he quedado con las ganas.
Adoro tus comparaciones, por cierto, son geniales. Y tus textos en general, hacen que vibre. Y me ha encantado la primera frase. Muy acertada.
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