Crónicas de un día de mierda

Sinceramente, me aburro. El profesor de Física y Química está explicando y cree que lo escucho. ¡Pero já! Te engañé.
Le diría que no tengo ganas de escuchar su tediosa charla sobre las mezclas hetogéneas que tan bien me sé, pero que quereis, soy una niña buena.
Y joder, la pared blanca no me entretiene y las persianas están cerradas. De todas formas, solo vería cielo azul y es el último color que quiero ver ahora. Porque no quiero pensar en él y sonreir como una tonta.
Voy a comprarme unos zapatos que me dejen elevarme hasta el cielo cuando este sea gris. Sí, eso es lo que haré. Porque tirarme por la ventana del tercer piso no me parece una buena opción.
Un segundo.
¡Gilipollas, que no tengo boli azul!
Tengo profesores estúpidos, pero Teodoro Olivas se lleva la palma. Y lo odio, joder, con su cara de niño bueno, sus ojos azules -viva mi suerte- y su camisa blanca.
Y ahora llega el Jefe de Estudios, preguntando si esto es 4ºD. Joder, pues eso es lo que ponía en el rótulo de la clase a las ocho y media de la mañana. Menos mal que lo veo irse con su sonrisa blanca  y sus cascos, que a saber que está escuchando.
Hoy odio el color azul y seguro que él lo está leyendo ¿verdad, Pain Raider? Y harás dos cosas: o leerlo impasible o sonreir y llamarme paranoica. Me decanto más por la segunda, aunque seguro que no sonríes.
El timbre. Me piro al recreo, a ver si les doy lástimas a estos y me dan algo de comer.
¡Y no soy una paranoica? Bueno... no demasiado.