martes

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No queda tiempo, así que decidimos correr pese a no tener rumbo fijo. Y pasa el tiempo.
Perdidos, buscamos una efímera y lejana salida, pero la oscuridad nos tapa el pasa y cansados, nos rendimos. A lo lejos, suena la melodía de un piano que nos dice adiós. Suavamente, unas manos se deslizan sobre las teclas.
Nos entra el miedo, no podemos salir. Es hora de correr, pero estamos encerrados.





Siempre atrapados en una pesadilla.

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