miércoles

Anoche atrapé la mirada de una mujer.
Mientras la desnudaba,
con las luces de los faros de los coches apuntando a mi ventana
-y a su cuerpo-
supe que no era tú.
Que para ser tú,
debería tener otro nombre
y otra sonrisa,
y que en el fondo no importara ninguna de las dos cosas.
Debería haber sido su contacto chispas
o fuego,
como eras tú,
y no un mar en calma.
Deberían haber sido sus cabellos laberintos de noche sobre mi almohada
y no un bosque,
todo de troncos pétreos.
Pero me conformo.
Dios sabe que me conformo mientras te espero,
sentado al alba,
preguntándome dónde estarás.

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