La lluvia caía desde un cielo oscuro y tormentoso, mojando mis ropas, corriendome el rimel. Pero no me importaba. Ya no. Simplemente un día, dejó de importarme.
Caminé. Sin sentio, sin rumbo. Simplemente por caminar.
Seguí adelante. Sin saber por qué, sin saber como. Simplemente porque tenía que hacerlo. Jamás rendirme, aunque ya no quedase nada por lo que luchar.
Así que levanté la mirada y te encontré en la otra acera, mirándome fijamente. Ni triste ni contento. Me mirabas. Punto. Y tomé una decisión.
Crucé la calle y te impedí hablar.
- Por eso no te lo dije ese día- susurré- Porque tú siempre estás mirando hacia otro lado, a un lugar que me es lejado ¿lo entiendes? Yo... quería saber el por qué. Jamás me mirabas, ni a mí ni a nadie. Eras distante y estabas lejano. Nadie te alcanzaba... Porque eso nunca te dije que te quería...
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